Reflexiones sobre una interpelación

Abstract

A veces escépticos, divertidos en ciertos instantes, asombrados en otros, los salvadoreños tuvimos la gran oportunidad de pasar un examen de pronóstico reservado a nuestra clase política, y obtuvimos, con las discrepancias y amarguras del caso, un resultado que debe ser analizado con la seriedad y la madurez necesarias. Al final de la experiencia, ha quedado demostrado que el pueblo cuscatleco tiene todavía un fuerte interés en la evolución de las instituciones oficiales, y, sobre todo, que está consciente del derecho que tiene de solicitar la verdad. A escasas semanas de haber cumplido cien días de instalación, nuestra Asamblea Legislativa se enfrentó a la historia, y aunque no tuvo la fortuna de quitarse de encima algunos epítetos vulgares. Sí demostró que los salvadoreños con nuestras reacciones, prudencias, intolerancias y razonamientos estamos de alguna manera representados por los señores diputados. En cierta medida, es lícito pensar que el primer Órgano del Estado ha probado ser la voz (los gritos dirían algunos) del pueblo que le ha conformado.