Resumen:
¡Oh, mayo florido, mes sin igual de 1959!. Estudiaba el primer año de Derecho en el edificio de la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales, sito a finales de la entonces polvorienta Avenida Universitaria, y entre los condiscípulos entablé proximidad con el bachiller José Gerardo Liévano Chorro. No recuerdo si él se me acercó, o bien yo, probablemente haya sido lo segundo. Nos identificamos. Vengo, le dije, de San Miguel, del “ICO”, dirigido por los Hermanos Maristas. Me refrió que su familia era de Zacatecoluca y que sus estudios primarios los había efectuado en el colegio privado San Agustín, propiedad de una flantrópica y acaudalada protectora de la ciudad, doña Margarita Iraheta, y que sus estudios secundarios los realizó en el Externado San José.